Leyenda chiriguana
Según los
chiriguanas, etnia tupí-guaraní que ocupó territorios bolivianos, el
origen de esta leyenda está en la historia de dos hermanos: Tupaete y
Aguara-tumpa, el bien y el mal, creación y destrucción.
En tiempos
lejanos, Aguara-tumpa estaba celoso de la creación de su hermano y
quemó todos los campos y bosques en donde habitaban los chiriguanos.
Para
protegerlos, Tupaete les recomendó mudarse a los ríos, pero su hermano
se negó a rendirse e hizo llover hasta que toda la chiriguania se
inundara.
Ya rendido
ante el destino, Tupaete habló a sus hijos. Todos morirían. Sin
embargo, para salvar la raza los mandó a elegir entre todos sus hijos a
los dos más fuertes, para meterlos en un mate gigante.
Así, los
dos hermanos se mantuvieron protegidos hasta que Aguara-tumpa creyó
extintos a todos lo chiriguanos y dejó que los campos se secaran. Los
niños crecieron y salieron de su escondite.
Los niños
se encontraron a Cururu, un sapo gigante que les dio el fuego y les
permitió sobrevivir hasta que fueron suficientemente grandes para
reproducirse y recuperar la raza chiriguana.
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